La verdad incómoda del mercado inmobiliario argentino: la visión brutal de Santiago Magnin
Desde el inicio, Santiago se presenta como un “outsider” del sistema, pero con una ventaja invaluable: estudió sus propios fracasos. En 2016 fundó Buyers Broker —una inmobiliaria enfocada solo en compradores— y el proyecto no funcionó. En lugar de abandonar, decidió meterse “dentro del monstruo” y trabajó en la franquicia número uno de ese momento para entender los mecanismos que hacen que una inmobiliaria venda… o no venda. En 2018, con el nacimiento de su primer hijo, decidió lanzarse solo y construir su propia marca.
Su filosofía de contenido es el corazón de su crecimiento. Para Santiago, ya no existen las “redes sociales”; existen las “redes de interés”, donde el algoritmo te muestra lo que querés ver, no a quién seguís. Su autenticidad es radical. Usa el estilo directo, incluso las malas palabras, como un filtro natural para atraer a quienes conectan con su personalidad y alejar a quienes no. Asegura que la gente hoy premia lo genuino por encima de lo perfecto: videos caminando por la calle rinden más que producciones profesionales con estudio y luces.
Pero la innovación de Santiago no está solo en el contenido, sino en su modelo de negocio. Deinmobiliarios funciona como una “Red de Bandera Blanca”: no buscan que la marca sea protagonista, sino potenciar a inmobiliarias que mantienen su propio nombre. Su valor agregado es contundente: él paga el fotógrafo, el plano, el tour virtual, el dron y los destaques en los portales. Si el agente vende más, comparte comisiones sin problema. Además, solo aceptan propiedades captadas a precio de mercado y bajo exclusividad, manteniendo un estándar que expulsa a quienes no trabajan profesionalmente.
La radiografía del mercado que ofrece es tan cruda como precisa: 33.000 personas trabajando en el sector en CABA y solo 7.000 ventas mensuales en un buen momento. La mayoría no vive de vender, sino de administrar alquileres. El “promedio” es un espejismo que esconde una realidad: la Ley de Potencia. Un puñado se lleva la mayor parte de las ventas; miles venden uno o dos inmuebles por año. Aun así, elige seguir apostando a profesionalizar la industria con una propuesta que cobra un fee mensual alto —USD 225— que se devuelve si el agente supera los USD 30.000 anuales. La red se sostiene con productividad, no con volumen.
Sobre el futuro, su mirada es quirúrgica. Defiende el mercado de usados por su demanda real y tangible —alguien buscando un 2 ambientes en Caballito— y aporta una aclaración clave: las inmobiliarias que terminan convirtiéndose en desarrolladoras no son las que venden usados, sino las que venden proyectos de pozo ajenos. En ese camino acumulan una base de inversores propia y, tarde o temprano, esos inversores les piden oportunidades nuevas. Es la venta de desarrollos lo que empuja a desarrollar, no la intermediación en usados.
En el cierre, Santiago comparte una visión dura pero optimista: Argentina es un mercado cíclico y hoy está en plena recuperación después de una caída del 50% en los valores. Su consejo es simple: ganar market share en la mala. El que siembra en crisis, cosecha en rebote. Y para quienes quieren crecer en el rubro, deja una advertencia que también es un mantra: “Si hacés todo bien, en seis meses lo ves. Si hacés todo mal, también”.
Una conversación que mezcla estrategia, sinceridad brutal y una comprensión profunda del oficio inmobiliario en Argentina.
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